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4worldlovers: Son las 05:22 y el primer rayo de sol se cuela por entre las ramas grises de los arbustos. El amanecer en la tundra impone a la jauría una modalidad diferente para cada integrante. Los más grandes levantan el hocico, huelen el aire, intuyen de qué irá la mañana. Algunos permanecen echados, lomo contra lomo, compartiéndose calor, los ojos mansos entrecerrados. Hay uno joven, delgado, que ya está volviendo de la caminata al perímetro. Los más pequeños han comenzado a chillar y mordisquearse entre sí. Hace frío, como siempre, pero los lobos saben que eso es algo que no va a cambiar y que entre todos deben enfrentar a diario.

Hay individualidades, sin embargo. Los más antigüos pasean lento alrededor del numeroso grupo. Nadie los enfrenta, y a la vez todos les sostienen la mirada como en un gesto de atención, de respeto. Ellos caminan y marcan pisadas que el resto aprenderá a seguir sin desconfianza. Y allí aparecen los adultos, orejas en alerta como antenas peludas y suaves, listos para matar y morir por su manada. Riñen suavemente entre ellos, corren y saltan, son compañeros de cacería y aventuras. Ellos transmiten, con el ejemplo, conductas valiosas para la supervivencia. Las hembras emparejan sus filas con igual tesón, con el mismo coraje. Seres de la misma especie, con diferentes habilidades. Y por último los cachorros, juntos a todas partes, pelaje cargado de hojas en verano y de nieve en invierno. Criaturas incansables, su ingenuidad ha puesto en juego la integridad de la jauría en más de una oportunidad. Pero un lobo siempre sabe a dónde debe retornar, porque jamás pierde el sentido de sus orígenes.


Con las patas bien hundidas en la tierra marcan el camino de la luna todos los atardeceres, y en la misma roca amplia donde lo hicieron sus ancestros, se reúnen a aullar. El designado quiebra el silencio y empieza solo. Se suman enseguida los demás, como una ceremonia, con orden y méritos. El sonido de toda la manada junta detiene el tiempo, y la fauna a su alrededor se admira. Su canto al unísono parece reafirmar que la única manera de ser invencibles es mantenerse unidos. Cada uno con su propia personalidad, con sus intrincadas y enriquecedoras diferencias. Pero cerca. Los hocicos en alto, silbando al viento, íntegros frente al resto del mundo animal. Porque no lo hacen por costumbre. Lo eligen cada nuevo día cuando ven las luces del alba y perciben que son parte de algo más grande, de algo que los nuclea pero a la vez los excede, algo que existió antes que ellos y seguirá en pie mucho después de su partida. Lo hacen porque llevan tatuado a fuego en sus genes que son parte de un mismo equipo, parte de una misma familia.

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4worldlovers: Muchos llegan al dojo buscando mejorar su cuerpo, abandonar el sedentarismo, participar de una actividad grupal. Otros están a la espera de algo más. En Katsumoto Dojo hay lugar para todas las aspiraciones de alguien que quiere desarrollarse tanto en las artes marciales como en la vida personal.

Aquí se construye el cuerpo y se cultiva la mente, Se fomentan los lazos de amistad y el desarrollo continuo para estar bien con uno mismo, sus semejantes y la sociedad.